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Ética del viaje y Patrimonio Cultural
Posted By Comitato di Redazione On 1 gennaio 2020 @ 00:51 In Cultura,Società | No Comments
di Olimpia Niglio
Introducción. El valor del viaje y el significado del turismo
A nivel internacional, el concepto de Patrimonio Cultural está muy ligado al tema de turismo. Si generalizamos, el patrimonio natural y cultural, las civilizaciones y las distintas tradiciones, constituyen sus recursos más atractivos. Sin embargo, aunque parezca obvio, cabe preguntarse. ¿qué es realmente el turismo?
Desde una perspectiva operativa, podemos definirlo como un movimiento migratorio temporal que desplaza a una persona o a un grupo de personas desde un punto geográfico a otro, caracterizado por la temporalidad, pues al final la persona regresa al lugar de partida. La palabra encuentra su fuente en el idioma inglés –tourism– y en el francés -tour–, y resulta significativo que el mismo término, turismo, se usa en italiano y en español. En todos los casos, con esta expresión se entiende una actividad de desplazamiento con un destino y un regreso. Es, sin duda, una de las actividades más antiguas del mundo porque, por distintas razones, todas las comunidades del mundo se han desplazado de un lugar a otro por tiempo determinado. Sin embargo, aunque eran viajes de alguna manera asimilables a los actuales, ¿cabe hablar de turismo en épocas antiguas? Entiendo que no porque el desplazamiento que ha caracterizado la vida de las comunidades antiguas tenía objetivos de conocimiento e intercambio totalmente distintos al significado actual del término. Por eso es fundamental distinguir entre turismo y viaje.
El viaje implica trasladarse de un lugar a otro, por cualquier medio, con el fin de conocer lo auténtico de los lugares y culturas visitados –algo implícito que hemos definido como sociedad de patrimonio– y de adaptarse a vivir en ellos, dedicando un periodo bastante largo de tiempo a este fin; pensemos en el viaje de Marco Polo en Asia (siglo xiii) o el del escritor Josiah Conder en América Latina (siglo xix), que no fueron viajes de conquista sino de conocimiento y acercamiento a las culturas de los países anfitriones. Este tipo de viaje se encuentra nuevamente en la Europa del siglo xviii con la cultura del Grand Tour, donde los ilustrados hacían largos viajes para conocer, quedarse y profundizar en el conocimiento de las culturas de destino. Un ejemplo es el viaje de Johann Wolfang Goethe a Italia. Por el contrario, el concepto de turismo es algo más cercano al significado moderno de viaje, sobre todo en los países con una economía más desarrollada. Solo con la generalización del estado de bienestar de la sociedad burguesa y la consolidación de las clases medias se han puesto las bases para el desarrollo del turismo tal como hoy lo entendemos: una forma de desplazamiento temporal, generalmente muy corto, más privado –incluso egoísta–, destinada a favorecer el presentismo, por encima del conocimiento auténtico del lugar visitado. Con el turismo la persona no es un viajero –en el sentido de explorador, residente temporal, entusiasta de la cultura local ni un apasionado defensor del nuevo lugar– sino un turista, un consumidor transitorio de lugares al que le interesa poder decir que viajó a un determinado país y visitó un monumento famoso; como la Plaza de los Milagros de Pisa, en Italia, que toma la consabida foto sujetando la torre inclinada, pero que no sabe que la ciudad tiene un río grande y hermoso, muchas otras iglesias y otros atractivos de interés cultural, que no tienen nada que ver con su cultura especulativa y egoísta. El turista no se relaciona con el lugar donde va, lo consume y parte rápidamente a otro destino sin tener tiempo de entender la cultura local (Niglio, 2015).
Lo anterior resulta más fácil por la tecnología informática, que vende en la misma pantalla las ciudades, los monumentos, los hoteles con piscina, los restaurantes con vistas panorámicas…, todo ello explotado sin tener en cuenta el valor mismo del lugar.
Hoy el interés es especulativo, no fomenta la cultura sino lo beneficios económicos que puedan generarse a partir de la cultura. Para potenciar este fenómeno se han ido desarrollando, en los últimos lustros, diversas tipologías de turismo: cultural, ecológico, del deporte y, también, sostenible.
Para este tema, merece una atención especial el Turismo sostenible, entendiendo aquí por sostenible la posibilidad de establecer una correcta interacción dinámica y un diálogo positivo entre el turista, el lugar y su Patrimonio Cultural.
¿Cuál es el significado de Patrimonio Cultural? ¿Quién es la sociedad de patrimonio?
Antes de hablar de turismo sostenible analizamos el concepto de Patrimonio Cultural.
La conferencia mundial de la unesco sobre el Patrimonio Cultural, celebrada en México en el año 1982, afirma que:
De este modo, la palabra patrimonio incluye al mismo tiempo lo material y lo inmaterial de un pueblo. El concepto de Patrimonio Cultural, en relación con las diversidades sociales y políticas a las que se refiere, tiene un significado mucho más amplio, subjetivo y dinámico y depende principalmente de los valores que las distintas sociedades le atribuyen en cada época histórica. Son estos, sobre todos los identitarios, los que determinan los bienes a conservar y proteger para las generaciones futuras. Pero, sobre todo, estos valores subjetivos, no universales, son los que permiten tener una visión más amplia del tema, a diferencia de cuando las referencias son solo las europeas/occidentales, pues estas la restringen y cierran (Niglio, 2015: 15).
En esta línea, la literatura científica actual propone varios documentos internacionales que analizan el concepto de Patrimonio Cultural y al mismo tiempo consolidan una visión plural del mismo, además de valorar todos los elementos materiales e inmateriales significativos y testimoniales de las distintas culturas. Las bases de estos principios se encontraban ya en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y en el Pacto Internacional de los derechos económicos, sociales y culturales (1966), que promueven la igualdad de derechos e introducen el concepto de “personalidad cultural específica” de las sociedades, confirmada en la Convención unesco sobre la protección y la promoción de las diversidades de las expresiones culturales (2005).
Estos y otros documentos similares hablan de patrimonio cultural en una dimensión universal, de reconocimientos, tradiciones y valores, pero a nosotros nos interesa analizar una idea que esté más cercana a las personas que con sus acciones cotidianas lo definen, tal como recuerda Marc Laenen, director emérito del iccrom, en su concepto de “sociedad del patrimonio” (Laenen, 2014: 31). La sociedad de patrimonio respeta las identidades locales, lo protege en todos sus aspectos identitarios, pero al mismo tiempo, propone una lectura dinámica que refleje su continua evolución y cambio.
La sociedad de patrimonio entiende el valor del mercado de la fruta en el centro histórico en Venecia; aprecia el trabajo distinto de los campesinos en los campos de arroz en Japón; valora la artesania local y no quiere tener nada que ver con la cultura de la globalización porque quiere aprender la cultura local de cada país.
Para un correcto análisis de la sociedad de patrimonio es fundamental el aporte de la antropología cultural, la filosofía y el estudio de las distintas religiones. También es fundamental tener presente que en la base de todo esto se encuentra la idea de autenticidad del valor cultural –que representa lo propio de la identidad local y toda la herencia de la cultura objeto de estudio. Basándonos solo en los documentos internacionales, vemos que si no se respetan las identidades locales, los valores que cada comunidad reconoce en su herencia cultural y la autenticidad de cada época histórica, no es posible entender cabalmente el concepto de Patrimonio Cultural ni, sobre todo, su visión local y no universal. Solo si se analiza y respeta el valor local del patrimonio es posible que los viajeros entiendan las distintas visiones del concepto en los diferentes países. Algo básico para desarrollar cualquier proceso de turismo sostenible relacionado con la cultura.
El concepto de «turismo sostenible»
Hablar de sostenibilidad del turismo significa acercar más esta expresión a cinco principales áreas de evaluación:
Cumplir con estos objetivos puede tener un gran potencial pues permitiría pasar del concepto de turismo sostenible al de viaje ético, en un sentido más contemporáneo del mismo, al estar orientado al conocimiento y el encuentro entre distintas culturas. El «viaje ético» significa: establecer una estrecha relación entre el viajero y el residente del lugar visitado, acercar al viajero a las necesidades de una comunidad que garantice la hospitalidad, con el fin de crear un correcto equilibrio entre el uso del lugar y el conocimiento de las riquezas de los valores del mismo. Todo esto, , con la finalidad de ofrecer al viajero un conocimiento adecuado del patrimonio, pues no es fácil entender sin esta relación positiva con la comunidad local.
La conciencia del lugar, de su paisaje cultural y de los valores de la comunidad local puede ayudar (mucho) a producir un consumo sostenible y a lograr una protección adecuada de los valores locales y, por lo tanto, a favorecer un diálogo intercultural entre viajeros y comunidades anfitrionas. Aspecto que resulta hoy muy importante para un correcto y tolerante diálogo entre las diversidades culturales (Rypkema, 2012: 131).
El concepto de «viaje ético» y las diversidades culturales
El concepto común de turismo encarna un fenómeno global que ha transformado, en menos de un siglo, el de «viaje» – con todos sus contenidos asociados de descubrimiento y de conocimiento – en algo orientado sobre todo a los servicios de consumo.
Actualmente, es más fácil moverse de un país a otro, comunicarse con pueblos de otros idiomas, con creencias religiosas, ideologías culturales y estructuras políticas distintas, gracias a la evolución tecnológica. Sin embargo, no siempre esta favorece la comprensión de las culturas y el diálogo intercultural. Es más, generalmente, prevalece una forma de ignorancia conjunta a la tolerancia entre los visitantes y la comunidad residente que, en muchos casos, tiene solo el interés de disfrutar la oportunidad del fenómeno turístico sin aprovechar el encuentro para un mejoramiento cultural entre visitantes y residentes locales.
Por ello nos parece muy interesante empezar a trasformar –como hemos apuntado– el concepto de «turismo» en «viaje ético», con el fin de fomentar el conocimiento y encuentro entre distintas culturas. A todo eso se une la conservación y la valorización del patrimonio, sin olvidar que las mismas diversidades culturales pueden considerarse valores del lugar que permiten fortalecer acciones de protección e intercambio. El encuentro entre culturas no significa globalización, sino exactamente lo contrario. Es el respeto de las distintas tradiciones locales en un proceso de conocimiento amplio, dinámico y activo. Solo un dialogo que tenga como base estos principios éticos puede contribuir a intercambiar valores, a no destruir y a promover la paz. En un momento histórico muy complejo como el que estamos viviendo en todo el mundo y por distintas razones sociales y políticas, es fundamental insistir en la importancia ética del viaje y de las relaciones multiculturales que pueden promover y fortalecer el valor de la paz, de la tolerencia y el respecto entre las distintas poblaciones y culturas.
Viaje ético y Patrimonio Cultural
En este diálogo multicultural es importante afrontar el encuentro entre viaje y patrimonio y sobre todo analizar el tema con referencia a varios puntos críticos propios del sistema que impone hoy el desplazamiento de un punto a otro del mundo:
Esta sostenibilidad local así desarrollada puede favorecer una correcta fruición del patrimonio mundial; dejar a los viajeros claves de lectura adecuada para conocer los significados y personalidades de los distintos territorios; poner a la comunidad local en diálogo con los viajeros y aprovechar este encuentro para la valorización y gestión del patrimonio; algo que no solo incumbe a la comunidad local sino a todo el mundo. Esta afiliación, hoy más que ayer, es fundamental para preservar y respetar las distintas culturas. Obviamente el objetivo fundamental de la sostenibilidad local, favorecida gracias al viaje ético, es crear una profunda armonía multicultural y el reconocimiento mutuo entre las comunidades, preservando al mismo tiempo los derechos humanos y los múltiples valores del planeta. Sobre esto, es interesante leer la Carta internacional sobre turismo cultural, adoptada por icomos en la 12ª Asamblea General en México, en octubre 1999, que introduce muchos temas fundamentales para reflexionar sobre la sostenibilidad de la actividad turística y analizar la interacción activa y dinámica entre Viaje/Turismo y Patrimonio Cultural, las diversidades y las culturas vivas, las tradiciones, la planificación de políticas concretas de desarrollo y los programas de interpretación y difusión de su valor. Todos estos temas constituyen factores esenciales para construir una sostenibilidad local donde las comunidades anfitrionas y los viajeros puedan involucrarse en la planificación de la conservación del Patrimonio y en la del viaje mismo (Carta Turismo Cultural icomos, 1999).
Los objetivos de la «sostenibilidad local»
En el último informe de la Comunidad Europea (aa.vv.,2015, 13) puede leerse: “In the last fifteen years many local and regional entrepreneurs have developed successful strategies in sustainable tourism that combine local and regional strategies on biodiversity with the protection of cultural heritage and the production of high quality regional products” [1].
Portugal e Italia han sido dos países europeos muy sensibles a esta política de diálogo entre Patrimonio Cultural y desarrollo regional y han promovido proyectos muy interesantes. En general, estos han permitido lograr no solo beneficios económicos sino también culturales, donde el propio ciudadano participa en la promoción de su territorio con conciencia y con el fin de desarrollar la sostenibilidad local.
The availability of cultural heritage and services is not only important for its measurable economic benefits. It also enriches the quality of life for European citizens and contributes to their wellbeing, sense of history, identity and belonging. Such social benefits are beyond what can be measured in terms of pure income statistics and have been long recognised. As early as the 14th century, the Statutes of independent Italian municipalities attributed to cultural heritage foreign visitors’ happiness and residents’ honour and prosperity, based on beauty, embellishment (decorum), dignity, public pride and public good (publica utilitas) (Idem: 7) [2].
En los países de Extremo Oriente y en particular en Japón, este concepto de «sostenibilidad local» es parte de la cultura común; se aprende en casa, en las escuelas, desde pequeño, con lo que se crea una sensibilidad frente al patrimonio que constituye un bien enorme que la gente mantiene de por vida y fomenta el respeto por su propia cultura, las otras civilizaciones y, sobre todo, ayuda a planear el futuro del propio patrimonio cultural, tangible e intangible. De este enfoque cultural hay mucho que aprender para definir con mayor claridad los objetivos de la sostenibilidad.
La agencia internacional United Nations World Tourism Organization (unwto) lleva varios años trabajando sobre lo importante de planificar una política dirigida a la sostenibilidad de los territorios y al diálogo entre turismo, viajeros, ciudadanos y Patrimonio Cultural local, y que ha planteado la necesidad de reflexionar sobre estos 12 presupuestos que son fundamentales para lograr la sostenibilidad local (2004: 53):
Un análisis puntual de estos objetivos nos permite evaluar y realizar correctamente la integración entre viajero y Patrimonio Cultural, entre políticas de desarrollo nacionales e internacionales; así como proponer la relación Turismo/Viaje como principal fuente de financiación para la conservación del Patrimonio Cultural y fuente de desarrollo para las comunidades locales; reflexionar sobre los distintos valores del Patrimonio Cultural y, gracias a esto, valorar el diálogo intercultural, así como la posibilidad de promover una política de gestión medioambiental, territorial y cultural orientada a la preservación de la integridad y autenticidad del Patrimonio Cultural Local y de su historia (Burke, 2003: 76). Todo eso es un proyecto de sostenibilidad local cuyo fin es respetar las diversidades culturales y promover sus valores.
Observaciones finales para iniciar el viaje ético
Consideramos que es posible conseguir una sostenibilidad local si en la base de cualquier proyecto turístico existe una ética del conocimiento y una ética de la hospitalidad. Sin cultura del conocimiento ni de la hospitalidad es muy difícil respetar los lugares, las comunidades y las distintas culturas con su Patrimonio Cultural. Por eso hemos introducido el concepto de «viaje ético» que permite relacionar la comunidad local y los viajeros en una relación biunívoca. Solo el conocimiento y comparación entre distintas culturas nos permitirá resolver muchos temas propios del tercer milenio así como lograr la igualdad social, el respeto de los derechos humanos, la paz y erradicar el desplazamiento de muchas comunidades por problemas de inseguridad social, guerras y desigualdades.
El «viaje ético» nos permitirá leer las realidades con ojos más atentos, menos egoístas y sobre todo más relacionados con las necesidades de un mundo que hoy –gracias también a las tecnologías– cambia muy rápidamente. Este tipo de viaje podemos compararlo con la visión de la época romántica, desde el siglo xviii hasta el siglo xix, cuando se había renunciado a la concepción del viaje descriptivo y objetivo para dar paso a la valorización de las sensaciones y las vivencias del viajero, y donde el imaginario y la atracción por lo desconocido tenía un carácter divino (Flaubert, 1993). Esta subjetividad asociada con la tolerancia y con el deseo de conocer realidades distintas es la que favorecerá el principio de nuestro viaje ético para el respeto de la humanida
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